En estos últimos años, con lo que está ocurriendo en el mundo, ha reaparecido con, cierto ardor, una consigna pequeñoburguesa en los círculos proletarios, “el antiimperialismo” base y fundamento de partidos reaccionarios de la pequeña burguesía.
Ante esto, es necesario reflexionar y explicar qué tiene que ver hoy con el objetivo de los socialistas por ejemplo, el apoyo incondicional a países atacados por el imperialismo; tiene que explicarse qué tiene que ver la lucha por el socialismo con ese antiimperialismo pacato que se aferra a la propiedad burguesa pero no quiere sufrir sus consecuencias, y que por eso no va más allá de solidarizarse eventualmente con unos países cuyos dirigentes no aspiran más que a preservar a su propia burguesía dependiente de la rapiña del gran capital. Tendría que explicarse, cómo en la etapa del capitalismo trasnacional se puede luchar consecuentemente contra la dependencia relegando el objetivo socialista
El hecho de que en la actualidad se siga aplicando la táctica de lucha antiimperialista de los tiempos en que el capital trasnacional estaba en pañales y numerosos países de la periferia capitalista permanecían política y militarmente reducidas a la categoría de colonias en poder de una u otra fracción del capital monopólico, es anacrónico. Es defender el atraso reformista del capitalismo, donde buena parte del proletariado trabaja y malvive para mantener a pequeños empresarios ineficientes y a un ejército de burócratas estatales a cargo de regímenes políticos despóticos o cuasi "democráticos"
Las burguesías nacionales dependientes jamás han tenido el valor político ni la capacidad económica para conducir una lucha contra el imperialismo sin capitular o negociar con él y sacrificar al proletariado.
Quienes en la actualidad se manifiestan por la defensa incondicional de Irak, Palestina, Afganistán, no son más que víctimas irreflexivas del sentimentalismo pequeñoburgués que induce a defender al débil frente al fuerte, anteponiendo la defensa de un antiimperialismo burgués necesariamente perdedor, a la construcción de una eficaz estrategia de poder obrero contra el capitalismo internacional. El primer paso de esa estrategia debe consistir en una política conducente a la unidad internacional del proletariado, que ya tiene su posibilidad real de concreción en la unidad internacional del capital. Esto no tiene nada que ver con la defensa del nacionalismo colonialista que esgrimen los pequeño burgueses.
Esta distorsión nacionalista en círculos socialistas se debe a la política internacional de la URSS tras la muerte de Lenin, que basó la construcción mundial del socialismo en poner al proletariado de los países dependientes al servicio de la pequeñoburguesía autóctona en lucha por utilizar la soberanía nacional para evitar o negociar la penetración del imperialismo en el territorio bajo su dominio
¿Por qué las pequeñaburguesías nacionales de los países dependientes no pueden estar por la labor de abolir la propiedad privada sobre los medios de producción? Porque eso les supondría suicidarse por las buenas como clase explotadora.
El caso, es que la consigna antiimperialista encarna y comparte el espíritu político radical más consecuente con los intereses de la pequeña explotación del trabajo asalariado en lucha contra el gran capital por conservar su status de clase propietaria en el mundo -de ahí su postura protalibán- habiendo llegado a ser hoy lo más representativo del antiimperialismo nacionalista pequeño burgués en latinoamerica. Y dada la creciente debilidad económica y social de estos sectores propietarios, los proyectos de subsistencia de la pequeña propiedad capitalista como ese necesitan del apoyo del proletariado. Pero ante la creciente masa de capital excedentario en las metrópolis imperialistas, las leyes inflexibles del capitalismo demuestran ser cada vez más incompatibles con este tipo de proyectos burgueses anacrónicos, ineficientes y pacatos, basados en un capitalismo de Estado nacional protector de la explotación del trabajo asalariado en pequeña y mediana escala.
Pero como lo señaló Marx en su "Crítica del Programa de Gotha", es un error pensar que, frente al proletariado, la pequeñoburguesía "no es más que una masa reaccionaria". Como clase intermedia, la pequeñoburguesía puede y debe jugar un papel revolucionario como aliada del proletariado. Pero a condición de que el proletariado juegue el suyo poniéndose con su partido de clase a la cabeza del movimiento anticapitalista, contrapujando o, en todo caso, neutralizando la tendencia natural de la pequeñoburguesía a la conciliación entre las clases universales antagónicas. Esto es lo que esconde el radicalismo antiimperialista de dirigentes pequeñoburgueses y esto es completamente perjudicial a los efectos de elaborar una política revolucionaria independiente del proletariado. De ahí que en la etapa de construcción de esta alternativa orgánica, la amenaza de este enemigo interno pese más sobre el movimiento revolucionario que el enemigo externo.
Ningún proyecto de liberación nacional debe anteponerse a la liberación social de los trabajadores; o sea que, la lucha de los trabajadores por la liberación nacional respecto del capital extranjero, pasa por luchar para alcanzar su propia emancipación como clase nacional frente a toda explotación, o sea, por la lucha contra su propia burguesía.
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