1.- CARTA DEL BLOQUE A ROLANDO ASTARITA:
Cusco, 19 de Marzo del 2009.
Sr. Rolando Astarita:
Previo un cordial saludo, la misiva es para hacerle la siguiente consulta:
En Perú el gobierno ha lanzado el llamado PLAN ANTICRISIS, se propone mediante el fomento de la construcción y apoyo a sectores manufactureros, evitar la recesión que avanza en todos lo países del mundo, se propone gastar más de 18 mil millones de dólares este año, de los 34 mil millones de reservas internacionales que posee, con ello se pretende frenar la recesión que ya se nota en sectores de exportación de minerales y agroindustrias.
A todo esto, se proyecta que el Perú será uno de los pocos países de la región que tendrá crecimiento de su PBI, pronostican 5%, lo cual dicen seria algo muy bueno por esta crisis.
En tal caso se puede decir que ¿la crisis no nos afectará acá en Perú?. ¿Que posición debemos asumir, si nuestra pretensión es propagandizar el materialismo histórico en la vanguardia del proletariado?
Estaremos muy agradecidos de recibir su respuesta, para sacarla en una publicación.
Saludos fraternos,
Bloque Marxista de Propaganda
2.- RESPUESTA DE ROLANDO ASTARITA:
Buenos Aires, 21 de marzo de 2009
Al periódico ISKRA, de Perú
Compañeros, en primer lugar no me considero capacitado para opinar sobre la situación económica de Perú, y menos para hablar sobre las líneas políticas o de propaganda de los marxistas peruanos. Trato de ser prudente en estas cuestiones. Durante muchos años milité en una organización trotskista que pensaba que podía “dar línea” desde Buenos Aires a los marxistas de cualquier lugar del mundo. Se trataba de una muestra de pedantería argentina, en la que no quisiera incurrir ahora.
Hecha esta aclaración, puedo adelantar algunas ideas generales, que tal vez les puedan servir para los análisis.
En primer lugar habría que decir que ningún país evitará los efectos de la crisis. Podrá sentirla en mayor o menor medida, pero ninguno se va a salvar. Alemania no tuvo una crisis financiera, pero está sintiendo de lleno la crisis debido a la caída de sus exportaciones industriales. En Japón se combina la caída de las exportaciones con una nueva crisis financiera. China se está desacelerando, y aumentaron dramáticamente los desocupados (se habla de unos 20 millones ahora mismo).
Los países exportadores de minerales sufren la caída de los precios y de la demanda de las materias primas. Es cierto que en los dos últimos meses los precios de las materias primas se han estabilizado, pero de todas maneras a finales de febrero los precios de los “commodities” industriales eran el 53% más bajo que un año antes; y los precios de los metales un 57% más bajos. No entiendo cómo Perú podrá escapar de esto.
Por otra parte hay un aumento de los flujos de capitales hacia Estados Unidos, de manera que las condiciones financieras empeoran para los países subdesarrollados.
En segundo término es imposible que los gobiernos capitalistas eviten la crisis inyectando dinero en el sistema financiero o aumentando la demanda vía gasto fiscal. La crisis tiene una dinámica objetiva. Los ideólogos del capital presentan las cosas como si la crisis fuera el producto de los malos gobiernos (particularmente del gobierno de Bush); o de la “codicia” de los banqueros. Pero la realidad es que la crisis se debe a las contradicciones que anidan en el modo de producción capitalista (la tendencia a la sobreacumulación, el rol del crédito, etc.).
Una vez que estalla la crisis, las medidas estatales pueden paliar alguno de sus efectos, pero no frenarla. El gobierno de Japón aumentó mucho el gasto fiscal en los 1990s, y sin embargo la economía estuvo estancada durante años. Desde el estallido de la reciente crisis, la Reserva Federal inyectó grandes masas de dinero en el sistema financiero, pero el crédito no se recuperó. Mucho del dinero que fue a los bancos volvió a la FED porque los bancos quieren mantenerse líquidos, ante el temor de enfrentar corridas y nuevas desvalorizaciones de sus carteras. A comienzos de 2008 el gobierno de Bush dio estímulos para el gasto en consumo, mediante reducción de impuestos; pero esto no impidió que la crisis se desarrollara. Las inyecciones de dinero no han impedido que en Estados Unidos hoy haya 19 millones de casas y departamentos sin vender, ni que el número de desocupados aumentara en 4,5 millones.
En particular hay que destacar que el gasto fiscal no es la panacea. Como reconocía un viejo keynesiano, Alvin Hansen, durante una crisis las inyecciones de gasto fiscal pueden servir para que los empresarios disminuyan sus stocks de mercancías sin vender; pero es frecuente que una vez efectuadas las ventas los empresarios conserven la liquidez, sin retomar la producción.
En realidad, la salida de las crisis se produce cuando se han desvalorizado enormes masas del capital, y se han restablecido las condiciones de rentabilidad para que vuelva la acumulación. De la misma manera que la entrada en la crisis reconoce causas objetivas, la salida tiene una dinámica que hasta cierto punto escapa al control de los seres humanos. Así ha sucedido con todas las crisis precedentes.
La crisis ya está en pleno desarrollo, va a haber millones de desocupados más en el mundo, cientos de millones de trabajadores han de sufrir bajas de salarios, lo que empeorará sus condiciones de vida y laborales, etc. Lo mismo va ha suceder con millones de pequeños campesinos. No hay plan económico que evite que suceda esto.
Planteada esta cuestión central, sin embargo es cierto que los gastos fiscales y las inyecciones monetarias pueden impedir un mayor agravamiento de la crisis. Aquí sí pueden existir diferencias. No es igual la política que tuvo la FED en la crisis del treinta, que la que tiene ahora. Como decía Marx, las crisis son inevitables, pero una política estúpida las puede agravar innecesariamente. Por ejemplo, la ausencia de seguros de depósitos bancarios entre 1929 y 1933 en Estados Unidos agudizó la crisis a extremos pocas veces vistos (quebraron más de 9.000 bancos en esos años).
Pero también debe tenerse en cuenta que las posibilidades que tienen los gobiernos de intervenir con algún éxito durante la crisis dependen del poder de las respectivas economías. El gobierno de Estados Unidos está recibiendo una enorme masa de préstamos, por los que prácticamente no paga intereses (los intereses de los bonos del Tesoro son bajísimos). Y puede imprimir dólares, que es la moneda mundial. Pero ni aún en estas condiciones puede actuar sin límites, como lo ha demostrado la reciente caída del dólar a partir de la que la FED anunciara nuevas inyecciones de liquidez.
Si esto rige para los países adelantados, con mucha más razón se aplica a los países atrasados. En éstos las posibilidades de desplegar con éxito políticas keynesianas frente a la crisis están todavía más acotadas que en los países adelantados. Argentina, por ejemplo, está muy limitada para aplicar políticas keynesianas. No puede devaluar mucho porque puede acelerar la fuga al dólar (ya hay una gran fuga de capitales). No puede tomar deuda en los mercados para financiar gasto fiscal, porque paga tasas altísimas; la última vez que colocó deuda, Chávez le prestó a Argentina a una tasa del 15% anual. Si emite para financiar gasto fiscal, puede sufrir una corrida contra el peso. Y la utilización de las reservas no es una solución, por lo general. Es que siempre existe el peligro de que provoque una corrida hacia el dólar, la depreciación de la moneda, y más fugas de capitales.
Pero por otra parte el gobierno no lleva adelante ninguna política favorable a una redistribución progresiva del ingreso (por ejemplo, podría aumentar el seguro de desempleo); que estimularía en parte la demanda. Hasta el momento lo más que ha hecho el gobierno argentino es anunciar planes de créditos baratos para los sectores medios; pero esto no ha reactivado prácticamente en nada la demanda. Además, a cada rato anuncia grandes planes de obras públicas, pero concreta muy poco. A lo cual hay que sumar la corrupción y los “desvíos” de los fondos públicos, en beneficio de los capitalistas “amigos”, y cosas por el estilo. En este respecto sí hay espacio para denunciar, a la par que se pueden vincular estas denuncias con las demandas de los trabajadores (véase más abajo). Habría que estudiar si en Perú se dan estas posibilidades. Cuando se analizan los planes anticrisis hay que tomar en cuenta todas estas circunstancias.
En cuanto a las políticas que pueden implementar los marxistas ante las crisis, en primer lugar pienso que es un error, frecuente en la izquierda, demandar al gobierno que aplique medidas de tipo socialista. Por ejemplo, en Argentina hay grupos de izquierda que exigen que el gobierno de Kirchner aplique medidas como la estatización de las empresas bajo control de los obreros. Esto es, le exigen a un gobierno capitalista que inicie la transición al socialismo. Marx decía que este tipo de exigencias eran absurdas. Lo único que logran es desorientar.
Tampoco es cuestión de ponerse a razonar desde la perspectiva de la burguesía, esto es, como si tuviéramos que dar consejos acerca de cuál es la mejor manera en que la burguesía salve sus negocios arruinados por la crisis. Como decía Lenin, los revolucionarios deben abstenerse de razonar “como estadistas”.
Lamentablemente muchas veces observamos a compañeros de izquierda en ese papel. No es tarea de la clase obrera, ni de los marxistas, aconsejar a la burguesía sobre si, por ejemplo, es mejor bajar la tasa de interés un punto o dos puntos, o cuestiones por el estilo. Nuestra posición frente a la crisis es crítica, a la par que luchamos por defender los intereses de la clase trabajadora. No colaboramos con la burguesía en la resolución de sus problemas.
En segundo término las respuestas deberían ser acordes con el grado de conciencia y organización de la clase trabajadora. Por ejemplo, en Argentina hoy no están dadas las condiciones para desatar una ofensiva revolucionaria. Las organizaciones revolucionarias de vanguardia no pueden pasar por alto este tipo de circunstancias. Planteo esta cuestión porque hay muchas organizaciones que se la pasan llamando en abstracto a la “huelga general”, y cosas por el estilo. Como decía Lenin, cuando no existen condiciones revolucionarias, ese tipo de consignas no son más que fraseología izquierdista vacía. Cuando se plantea una consigna para la acción hay que preguntarse siempre con qué fuerzas se cuenta para implementarla, y en qué condiciones se puede llevar adelante.
Por lo tanto, frente a la crisis, y si la situación no es revolucionaria, es importante definir el programa de reivindicaciones elementales. Hoy estas reivindicaciones deberían apuntar a la defensa de las condiciones de vida de las masas. Las más importantes son la lucha contra los despidos, el seguro del desempleo universal, y la defensa del salario.
Habría que agrupar fuerzas en torno a unas pocas demandas de este tipo, que sean capaces de unificar la acción de la clase obrera.
Es la política del Frente Único, que en su momento levantó la Internacional Comunista dirigida por Lenin. La táctica del frente único, como lo plantea la IC (en febrero de 1922) se aplica porque la mayoría de los trabajadores aún confían en las soluciones reformistas y en líderes y organizaciones oportunistas. Se trata de una táctica defensiva, frente a la catástrofe de la crisis, el hambre y la desocupación. La IC lo formulaba de la manera más sencilla posible: unir a todas las fuerzas de la clase obrera detrás de la defensa elemental de la vida de las masas.
Por último, pienso que le cabe un rol muy importante a la propaganda y a la crítica. Los marxistas deben mostrar a cada momento que la crisis es un producto genuino del modo de producción capitalista, esto es, de la sociedad que se basa en la explotación del trabajo humano. En definitiva, lo que esbocé al comienzo y debe desarrollarse en artículos, folletos y libros en los que expliquemos las raíces de la crisis, su dinámica, y la necesidad de acabar con la propiedad privada y el Estado capitalista.
En especial hay que profundizar la discusión ideológica y política. Por ejemplo, con aquellos que sostienen que la crisis se debe al predominio del sector “malo” del capital (típicamente los financistas) por sobre el sector “productivo” del capitalismo, los industriales. O que la crisis se produce porque los gobiernos aplicaron políticas neoliberales, en lugar de seguir con el keynesianismo de posguerra; etc. Todas estas explicaciones no van a la raíz del problema; desde el punto de vista ideológico y político contribuyen a sostener la propiedad privada del capital.
Saludos cordiales,
Rolando Astarita
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